sábado, 29 de octubre de 2011

Educar para la critica, educar para la paz


Lo que entiendo es que la educación debe entenderse como un proceso en el cual el individuo va adquiriendo mayor autonomía e independencia de la sociedad, lo que implica adquirir una responsabilidad individual y aprender a aceptar la diferencia y valorando la libertad.  Ahora Educar  para la paz requiere que las personas sean en verdad muy críticas, reflexivas, conscientes y previsivas de lo que sucede en la actualidad, de las decisiones que se toman, de las estrategias que se utilizan, quienes están involucrados y  cuáles podrían ser sus posibles intereses detrás de lo que dicen, es ir más allá,  esto se traduce en un proceso liberador, en el que dejemos de seguir sin razón a los que van adelante. Lo que se busca es desnormalizar lo cotidiano, por ello es clave no guardar mas silencio ni conformidad y necesita un verdadero compromiso cívico lo que se traduce en el trabajo por el bienestar de una comunidad en términos de justicia, equidad, democracia y autorrealización de los individuos. Lo anterior  nos demanda una práctica de acciones políticas personales, lo que quiere decir es que debemos decidir sin la mediación mas que de la conciencia.

Esta educación para la paz como mencionaba anteriormente tiene que ver con el encuentro con el otro y el reconocimiento de que el otro tiene una voz, un sentir y un hacer que puede ser diferente al mío, pero que es válido igual que el mío. Se necesita depositar confianza en los demás, cooperar, movilizar a las personas hacia una transformación propia y de su entrono. Este discurso debería funcionar como baterías para contrarrestar la violencia.

Hay que construir cultura de tolerancia y la educación es el medio para ello, para que lleguemos a ser personas, o sea alguien que aporta a la sociedad para alcanzar una vida mejor, también para reconstruir la palabra paz, entenderla como la transformación de los conflictos, no por medio de la supresión del otro sino del conocimiento, de la imaginación, la compasión, el dialogo, tolerancia, la solidaridad, la empatía y la participación, en síntesis hay que reavivar los valores de la convivencia y la humanidad.

El texto habla de implementar una educación prosocial y para la convivencia, que es aquella que  nos hace ver de manera horizontal e iguales, permite la construcción de redes, superando la desconfianza y haciendo a las personas protagonistas de su propia vida.

En la lectura se ve la violencia cultural, y es entendida como aquella que infunde miedo a la sociedad para evitar la acción de ésta en contra de lo que la oprime y hace sufrir. Para ello la educación para la paz busca frenar la parálisis y la violencia en los diferentes ámbitos de las personas.

Para frenar esa violencia cultural, es importante pensar en cómo podríamos solucionar de otras y mejores formas el conflicto. Pensar en ello nos permite hacer un llamado al empoderamiento, a esa capacidad de acción de quienes sufren directamente el conflicto. En este momento  en la lectura hay una idea interesante y es que los conflictos desaparecerían si la intervención en ellos se hubiera hecho en su inicio, así que no hay que dejar agrandar los problemas ya que estos se convierten en bolas de nieve y su solución se complejiza con el tiempo.

Para llevar a cabo lo anterior, debemos rescatar los mejores valores, actitudes, pensamientos y acciones que hemos construido a partir de nuestra destrucción, dándonos cuenta de lo inútil y doloroso de la exclusión, individualidad y la segregación.

Pero ¿cómo hacerlo?, de acuerdo con Fisas la cultura es el medio transformador, es la educación,  quien y como transmite una cultura cooperativa y de paz. Los actores más influyentes de dicha labor es la familia, al educación, los amigos, la música, los medios de comunicación, las personas famosas, y si estos autores o contextos muestran violencia se generara más violencia. Hay que pensarnos ¿que nos están transmitiendo, y que estamos transmitiendo?, la conciencia de esto, pienso, puede frenar la reproducción y el crecimiento de la violencia, de los vínculos frágiles, de la indiferencia y de la falta de sensibilización.

Dentro de los actores que menciones anteriormente, es clave  el papel de los medios de comunicación, es fundamental pensar como estos muestran la violencia con una mirada de doble moral, muestran las tragedias y la destrucción que deja la violencia, pero la promueven como una forma divertida, entretenida y aceptable de relacionarnos. A esto le sumamos la ausencia de personas que les puedan explicar y orientar a los niños sobre las afectaciones de la violencia, lo que puede dejar una sensación de aceptación y validez de esta en sus mentes.

Otro actor que es importante rescatar es la familia también es un escenario fundamental en el que  la expresión del cariño y la ternura en la vida de las personas puede poner freno al uso de la violencia.
Pasando a otra idea, me gustó  una que menciona Fisas sobre el impulso de las dinámicas de enfrentamiento – como única salida- de países como Palestina, Somalia, Bosnia y Ruanda a los conflictos. Estas son sociedades alimentadas por el odio, la exclusión, el prejuicio, la injusticia, la frustración, el radicalismo, falta de compasión y cooperación con el otro.

A lo anterior se le puede sumar la historia e influencia del patriarcado y la masculinidad en  la configuración de una cultura violenta. Estas influencias se rigen por valores de la dominación, complacencia y el control. Es claro que ésta forma de vida y cultura ha sido privilegiada, y ha rezagado a la cultura de cooperación, se ha visto que la competencia de la cultura de la dominación ha suprimido en gran medida a la cooperación, a lo colectivo. Primando lo individual y ejerciendo represión de la sensibilidad por los otros.

Ese ejercicio del poder ha equivalido priorización de la violencia como forma de relación con el otro, este ejercicio es el privilegiado por el patriarcalismo, dejando a un lado el ejercicio de la autoridad que equivale al respeto e invita a la negociación y al dialogo. El segundo busca la convivencia y el primero el bienestar propio.

Para finalizar la cultura de paz busca entonces desacreditar y desnaturalizar las prácticas violentas, que realzan el desinterés, el desprecio y el abandono por los demás, por medio de una educación critica y reflexiva del contexto y las acciones políticas de todos, de un trato de cariño y cuidado, también con la configuración de relaciones cooperativas, solidarias, respetuosas, donde el conflicto se dialogue pero en el que las diferencias sean validas y los conflictos se atiendan en sus primeras manifestaciones.

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